Se trata de mostrar la preocupación existente en el mundo del periodismo frente a los riesgos y las dificultades, algunos de ellos crecientes, que se presentan ante la tarea de los periodistas.
1. Introducción: el nuevo perfil del periodista español
Al abordar el análisis de las transformaciones experimentadas por el oficio de periodista en los últimos años, se aprecia a primera vista que la profesión se encuentra inmersa en unos momentos difíciles, en los que la visión tradicional del periodista, como servidor del interés público, se enfrenta al reto que suponen las complejas realidades generadas por la presión cada vez más acuciante de un mercado abierto y globalizado. Como ha señalado Joaquín Estefanía –sin duda un excelente conocedor del medio periodístico-, en las redacciones apenas se habla ya de periodismo, abrumados como están los profesionales por la presión de un gigantesco volumen de trabajo y, como un elemento nuevo, por la cuenta de resultados del medio o empresa de la que forman parte.
Desde 1990 se han venido llevando a cabo diversos estudios que han tratado de dar cuenta de esta nueva realidad, en primer término desde un punto de vista sociológico. Su metodología se funda en la realización de encuestas, en una serie de trabajos de campo que recurren a los instrumentos de análisis ofrecidos por la sociología, procurando habitualmente el equilibrio entre los aspectos cualitativos y cuantitativos.
La radiografía más reciente del estado de la profesión periodística la ofrece el Informe Anual de la Profesión Periodística 2004. Hay que destacar, entre sus resultados más llamativos, la preocupación preferente de los encuestados por los problemas laborales, que aparecen mucho más acentuados que los que atañen a los valores éticos o aquellos que están referidos a la libertad de expresión y a la independencia en el ejercicio profesional. Desde esta perspectiva, los principales problemas que aquejarían en la actualidad a la profesión serían –según los propios protagonistas- el paro, la precariedad laboral, el intrusismo, las bajas retribuciones y el empleo de estudiantes y becarios en tareas inadecuadas.
Desde el análisis de aspectos ciertamente más intangibles, la encuesta también incluye preguntas sobre la autoestima e identidad profesionales, de las que se infiere que el periodista está satisfecho con su profesión, pero considera necesario reforzar su credibilidad.
Por otra parte, los datos de una encuesta realizada, dentro del Informe 2004 de la APM, entre licenciados en Periodismo de cuatro cursos (1999-2000 a 2002-2003) en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid sobre la incorporación laboral de los periodistas, muestran claramente unas impresiones pesimistas sobre el acceso a la profesión. La precariedad laboral (según el 88,5 por ciento de los encuestados), los horarios abusivos y la baja calidad de vida (44,1por ciento), y las carencias en el plano de los valores éticos (19,2 por ciento), serían los principales aspectos negativos de la profesión. La disparidad entre la teoría estudiada y la realidad de la práctica profesional es denunciada, al mismo tiempo, como el primer problema de la formación recibida.
La principal conclusión que se puede extraer de las opiniones de los estudiantes, una vez más, es que los problemas de carácter laboral se perciben con mucha mayor intensidad que los de naturaleza ética, política y de organización profesional.
En particular, se insiste en que la mayor parte de los jóvenes –que constituyen la nueva y creciente savia profesional- están sometidos a sueldos precarios. La situación laboral, el empleo y las condiciones de trabajo resultan –casi inevitablemente- los aspectos que más preocupan a los periodistas. En este sentido, Joaquín Estefanía ha pintado recientemente un panorama no demasiado halagüeño de las condiciones laborales de la prensa diaria en España, extensible a otros medios. A su juicio, «los periodistas están divididos en tres clases: los grandes comunicadores, con sueldos astronómicos parecidos a los de las estrellas del star system y los deportistas de elite (más numerosos en los medios audiovisuales); los informadores instalados con sueldo fijo y antigüedad en las redacciones, bien pagados en comparación con otras profesiones; y el lumpenperiodista que trabaja a destajo, vive de las colaboraciones o con permanentes contratos temporales o sueldos adecuados a los nuevos tiempos, mucho más bajos que sus compañeros. Esta tercera clase es muy creciente».
Y es que, en palabras de otro gran conocedor del “estado de la profesión” como Fernando González Urbaneja -actual presidente de la APM y de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE)-, «el periodismo hoy está a mitad de camino entre una profesión liberal clásica y el trabajador por cuenta ajena a turno y encargo. Ambos modelos le son afines. Y, además, conviven en el mismo medio las estrellas y muchos precarios, contratos civiles redactados por finos abogados y primeros empleos negros como el carbón, abusivos e ilegales. Y todos ellos haciendo periodismo».
Pese a todo, el porcentaje de asociacionismo en España supera por muy poco el 50 por ciento. Se trata, pues, de una profesión poco asociativa, aunque -o quizá por ello mismo- hasta 1980 era casi obligatorio en España estar asociado para firmar un contrato. Las Asociaciones de la Prensa son las que cuentan con mayor número de miembros. Según datos del Informe 2004 de la APM, por ejemplo, esta Asociación cuenta con en torno a 6.000 socios al corriente de pago de las cuotas, el doble que hace una década. En 110 años de vida continuada, han sido 9.685 los periodistas que se han afiliado a la APM, un tercio durante los últimos diez años. Este sería un indicador de la vitalidad de la profesión.
Sin embargo, los periodistas en su conjunto están divididos y dispersos. Pertenecen a un grupo desigual, con diferencias de poder, de prestigio y de ingresos. Y, a causa del incremento de la competencia, las diferencias se agudizan. En cierto modo, podría afirmarse que es la propia realidad del mercado de la información la que ha convertido en variopinta y difícilmente regulable a la actividad profesional.
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